25.9.07

ZERO-ZERO-3-6

Me gusta leer a solas y escribir a oscuras; conducir de noche, irreverente y solitaria. Cuando me deprimo, me aíslo, nunca sola, me acompaño de multitudes, extraños que no pretendo recordar o que me importen. Deambulo, tomo café acompañada de mis ideas que no cesan de gritar –te quiero, las ignoro. Me ahogo en lecturas para no dejar escapar lagrimas, inevitablemente mis ojos se vuelven cristalinos, me río, me refugio en lo absurdo, no dejo escapar un suspiro, un descanso, desahogo, nada, los congelo.
Entre más acompañada más sola me siento.


Cuando me deprimo, no me alimento, como por compromiso, mi cuerpo lo rechaza, adelgazo, tengo sed pero no tomo agua. En ocasiones creo que vivo deprimida, como fantasma en la superficie, a plena luz del día me ahogo, las noches se vuelven mi mejor compañía, sin sueño, agitada, perdida… observo la luz de una vela en mi cuarto, no pienso nada, no siento nada, no digo nada. Mis taquicardias me amordazan, me asfixian, me mareo, no puedo hacer nada. Impotente o inconsciente en algún momento concilio el sueño, no recuerdo lo que sueño ni como amanezco… me divierto con descaro de estos momentos, porque, cuando la luz regresa, cuando despierto, cuando ya no hay viento, en mi corazón hay esperanza y fuego. Así es, cuando me deprimo muero, pero siempre, siempre regreso.

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